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An Ordinary Day

2023 WINTER

Arreglando plumas estilográficas

En una época que podríamos tildar de “post-escritura”, el amor de algunos por las plumas estilográficas sigue intacto. Para ellos, una pluma estilográfica es a la vez un pequeño lujo y fuente de alegría. Si precisan ajustes, hay alguien que ofrece un nivel incomparable.

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En una época en que cada vez menos gente escribe a mano, Kim Deok-rae se dedica a reparar plumas estilográficas. Pero no solo arregla plumas, sino que también conecta con la gente.

Cuando a Kim Deok-rae le toca preparar el desayuno se levanta a las siete, alimenta a sus dos hijos, uno en secundaria y otro en el instituto, y los despide. Esa rutina la siguen millones de personas, pero tras eso, el día de Kim continúa.

“Manyeonpil”, el término coreano de “pluma estilográfica”, sugiere que funcionará miles de años, pero nada dura para siempre. Eventualmente la punta se desgastará o podrá romperse, si es que la pluma en sí no se rompe antes. Y no usarlas para garantizar que duren no es solución, pues al no usarlas en mucho tiempo, la tinta se seca.

Además de las plumas estilográficas de la marca nacional Monami, la mayoría de las que se venden en Corea son importadas. Si precisan ajustes, algunas pueden devolverse al minorista, pero si las compraron a un proveedor externo o en el extranjero, prácticamente no hay talleres de reparación. Incluso si logras hallar un técnico, nada garantiza que pueda repararla si el daño es grave. Las plumas estilográficas tradicionales, transmitidas de generación en generación, corren un riesgo añadido, pues los repuestos de modelos antiguos suelen ser escasos y difíciles de conseguir.


Incomparable

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El pequeño armario junto al dormitorio de Kim es a la vez de taller y lugar de descanso. Está lleno de cartas y obsequios de clientes satisfechos, plumas estilográficas, herramientas y tintas de colores.

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Al reparar una pluma estilográfica, Kim usa más sus manos que sus herramientas, pues afirma que ninguna herramienta es tan sensible y precisa como las yemas de los dedos.



La primera impresión de Kim es que desafía las expectativas. En vez de ser una persona mayor de aspecto sabio que lleva décadas reparando plumas, es una persona de 49 años que apenas lleva cinco en el oficio.

Para Kim, ir a las 9 a trabajar implica meterse en un pequeño vestidor junto a uno de los dormitorios de su departamento en Gimpo, en la provincia occidental de Gyeonggi. Plumas estilográficas, innumerables frascos de tinta de colores, notas pegadas a las paredes, un banco de trabajo, una computadora y una neverita llenan tan acogedor espacio. Una pequeña ventana deja entrar algo de luz solar.

“Este espacio es mi lugar de trabajo y de descanso. Si no tuviera ventana, no distinguiría el día de la noche. De hecho, tengo tanto trabajo que suelo olvidarme hasta de comer”, explica Kim.

Las plumas estilográficas que llegan a Kim pueden clasificarse en tres categorías: las que se han caído y cuya punta está dañada; las que lucen bien pero no funcionan correctamente; y las que están bien pero su dueño cree que funcionan mal. En resumen, se clasifican en “grave”, “leve” y “normal”. La mayoría de las plumas estilográficas que recibe Kim están en la categoría de “grave”.

El plumín es el corazón de la pluma estilográfica y la parte más cara y delicada. Como tal, hay que manejarlo con sumo cuidado. “Si intentas enderezar una curva en la punta con algo más fuerte que la propia punta, probablemente lo estropearás más, por tanto es mejor usar la uña para enderezarla poco a poco”, apunta Kim. Por eso recurre a sus propias manos, pues ninguna herramienta puede duplicar la sensibilidad de las yemas de los dedos o la precisión de las uñas.

Desmontar la pluma, enderezar la punta, limpiar el cilindro, volver a montarla y rellenarla de tinta no culmina el trabajo. Solo indica que es hora de pasar a la segunda etapa: la prueba. Este proceso es aún más delicado y requiere más tiempo.

“Dejo la pluma de lado medio día antes de probarla, y al día siguiente la pongo en vertical todo el día. Después la pruebo”, resalta Kim. “A veces incluso la pongo boca arriba, porque en última instancia, debería escribir bien en cualquier posición”.

Cuando está lista para aguantar la presión sobre el papel, Kim reflexiona sobre cómo el propietario usará la pluma y repasa posibles escenarios repetidamente. A veces ese proceso le lleva un día, pero otras puede durar hasta diez. En todo caso, cuando finalmente está satisfecho, Kim usa la pluma por última vez para escribir una carta que describe el trabajo realizado, carta que adjunta a la pluma.

“El contenido de la carta ayuda al cliente a entender: ‘Ah, mi pluma pasó todo ese proceso’. Le explico cuál era el problema, qué hice para resolverlo y cómo comprobé los resultados. Además incluyo unos consejos para usarla bien. Las cartas buscan mostrar lo bien que escriben las plumas reparadas, y también compartir la alegría de recibir una misiva a mano en una época donde escasean”.

Sin duda hay más personas en Corea que reparan plumas estilográficas, pero culminar ese trabajo con una carta escrita a mano marca la diferencia. Algunos podrían decir que Kim sería más eficaz si renunciara a las pruebas de escritura y solo arreglara las plumas. Sin embargo, para Kim la fase de escritura ofrece un cierre significativo, y afirma que “lo físico” del arreglo fusiona mente y espíritu.

 

Una nueva elección

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Kim cree que un trabajo de reparación no está completo hasta probar la pluma minuciosamente. Imagina y recrea formas en que el propietario podría usarla.

 

Cuando era más joven, Kim se matriculó en ingeniería civil, en la Universidad Industrial de Samcheok. Pero animado por un viejo amigo de secundaria, abandonó tras el primer año y se matriculó en escritura creativa en la Escuela de Arte de Seúl.

Eventualmente, Kim tuvo múltiples empleos y trabajó en una boutique de ropa, en una compañía de transporte internacional y con un fabricante de artículos de ocio. También fue trabajador social, cocinero en un restaurante japonés y mecánico de automóviles. Finalmente, en 2012 entró en una distribuidora de plumas estilográficas importadas, aunque no tenía experiencia en ventas. En agradecimiento a su jefe, Kim llegaba el primero y salía el último cada día.

Kim solía estar en atención al cliente, pero un día pensó que sería bueno reparar las plumas estilográficas de los clientes. Después del trabajo y los fines de semana aprendió por su cuenta a arreglar sus propias plumas estilográficas, que rompía deliberadamente y luego reparaba. Cuando comenzó a arreglar las de sus clientes se corrió la voz, y al poco tiempo le llamaron para dar una conferencia en una universidad local. Salió en la revista web de ese centro, lo que a su vez generó más solicitudes de charlas y columnas.

“Llegó un momento en que tuve que tomar una decisión: mantener un trabajo estable o seguir a mi corazón. Mi esposa no lo podía creer, pero dejé mi trabajo. Eso fue en 2020”.

Por tanto, aunque Kim no fue ingeniero ni escritor profesional, accedió a una profesión que le permitió optimizar equipos y escribir ampliamente.

 

La felicidad no tiene precio

Los clientes de Kim van desde alumnos de primaria hasta personas mayores. Algunos son antiguos compañeros de trabajo, otros contactaron con él tras leer sus columnas, y otros llegaron por recomendación de antiguos clientes o lo encontraron en línea. Antes de aceptar un encargo, Kim explica en detalle el proceso de reparación.

“Si es algo que pueden resolver ellos mismos, les digo cómo hacerlo. Si precisa reparación, les doy presupuesto y plazo y luego les pido que lo consideren detenidamente antes de enviar la pluma. Hay muchas variables en juego, por lo que solo acepto encargos de aquellos que pueden esperar”.

También explica que las reparaciones pueden costar solo entre 40.000 y 50.000 wones o hasta diez veces esa cantidad, y que el proceso tarda de tres a cinco meses. Repara entre 20 y 30 plumas estilográficas al mes, y puede tener hasta 40 más esperando para arreglar.

“Dedico veinte días al mes a reparar plumas estilográficas. De los otros diez días, escribo aproximadamente una semana, y dos o tres días voy a Gangneung a ver a mis padres. Rara vez salgo de casa excepto para ir a Gangneung, donar sangre cada dos semanas, o ir a caminar de vez en cuando. No tengo fines de semana ni festivos”.

La jornada de Kim puede alargarse hasta medianoche, e incluso a veces trabaja hasta el amanecer. Sus días los ocupan reparaciones, pruebas, consultas, documentar su trabajo, redactar cartas a mano e intercambiar bromas con los clientes.

“Algunos meses no puedo ni completar diez plumas. En algún momento comencé a reducir la velocidad, y cosas que antes me dejaban satisfecho ya no me parecen lo suficientemente buenas. Mi trabajo es hacer que estas plumas sean lo mejor posible. Quizá viva atrapado en mi pequeño cuarto de trabajo, pero tengo acceso a plumas de todo el mundo. Si dedicara menos tiempo a cada pluma ganaría más dinero, pero sería menos feliz. Y sobre todo, me encanta que mis clientes reconozcan que soy un especialista que se preocupa más que nadie por sus plumas estilográficas. Amo esta vida. Después de todo, es la vida que he elegido”.
Hwang Kyung-shin Escritor
Han Jung-hyun Fotógrafo

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